Zacarías era el padre de Juan el Bautista y el esposo de Santa
Isabel. Su historia se narra en el Evangelio de San Lucas. En la
tradición cristiana era un sacerdote judío al que se le apareció el
Arcángel Gabriel para darle las buenas nuevas de un hijo (Juan o Yahya),
quién sería predecesor de Jesús, hijo de María. Tanto él como Isabel
tenían muy avanzada edad, por lo que Zacarías dudó de la palabra del
ángel, por lo que éste le dijo que quedaría mudo hasta el nacimiento del
niño. Recuperó el habla el día de la circuncisión (8 días después del
nacimiento), cuando se debatía el nombre del niño. En medio del debate
él escribió en una pizarra «Su nombre es Juan», y recuperó el habla. (Wikipedia)
Posiblemente ese fue el escenario del que disfrutó Elisabet al pasar a la eternidad. La Biblia declara que Elisabet, esposa del sacerdote Zacarías y descendiente de Aarón, fue una mujer justa, escogida por Dios para ser madre de Juan el Bautista, el precursor de Cristo. Su prima María era todavía virgen cuando el ángel Gabriel le anunció que sería madre del Salvador del mundo y que Elisabet, una mujer anciana que había sido estéril, también estaba embarazada. María buscó a Elisabet emprendiendo un viaje de unos 80 kilómetros desde Nazaret hasta una aldea en las colinas de Judea que se cree que fue Ein Karem, a unos 6 kilómetros al noroeste de Jerusalén. Al saludar a su prima, el Espíritu Santo impulsó al bebé a moverse dentro del vientre de Elisabet y a que ésta, a su vez, exclamara a gran voz: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lucas 1:42-44).
El pastor John MacArthur hace notar que la expresión de Elisabet no fue de alabanza a María, sino del niño que ella llevaba en su seno. Al respecto nos dice: “Ella saludó a María no fríamente, sino con gozo. Entendió la reacción de su bebé en su vientre y parece haber comprendido la tremenda importancia del Niño que María llevaba en su seno. Todo esto debe atribuirse a la obra iluminadora del Espíritu Santo”. (Este comentario del pastor MacArthur, no minimisa la figura de Maria y engrandece la figura de Jesus, como siempre ha sido el objedtivo y deseo de la Madre de Jesus y figura fundamental del Temple.)
Elisabet fue poderosa en espíritu gracias a su fe y devoción; no obstante, su característica atractiva fue su gozo. Su fe es evidente por el hecho de que jamás cuestionó la bendición indescriptible en tanto que su esposo había quedado mudo y aparentemente sordo debido a sus dudas.Su devoción es evidente por el hecho de que al quedar embarazada se mantuvo recluida por cinco meses, probablemente redimiendo el tiempo para Dios con profunda gratitud. Es entonces cuando su gozo comienza a brillar, diciendo: “Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres”(v. 25). Su afrenta. Elisabet no sólo era estéril, sino que la llamaban estéril (v. 36). Todo el mundo lo sabía. “La esterilidad, de mayor importancia para una hija de sacerdote y esposa de sacerdote, era humillante –escribe el maestro de Biblia Henry Lockyer– ya que en Israel el sueño de toda mujer era que pudiera tener el privilegio de ser madre del Mesías, prometido a Eva, la primera madre sobre la faz de la tierra”. Elisabet reaccionó honorablemente a la bendición del Señor acercándose a Él. Estuvo llena de gozo, aunque también comprendía que el privilegio siempre viene acompañado de la responsabilidad. Se daba cuenta de que cuando Dios lleva a cabo una obra monumental en la vida de alguno, no hay lugar para engrandecerse: todo el mérito es del Señor.
Así que Elisabet se recluyó hasta poco antes de que María la visitara al sexto mes de su embarazo y los vecinos que antes la habían llamado estéril aparentemente no sabían nada del milagro sino hasta después del nacimiento de Juan (v. 58). La Biblia afirma que ellos se regocijaron con ella.
El versículo 56 nos dice que María se quedó con ella como tres meses antes de regresar a Nazaret. El hecho de que este relato sea un paréntesis antes del nacimiento de Juan nos sugiere que María regresó a casa antes del evento. No obstante, la opinión de los estudiosos está dividida al respecto y una idea hermosa es que María pudo haber auxiliado en el nacimiento del precursor de su propio Hijo, su Salvador.
¿Acaso la madre del Siervo ayudó a preparar el camino de quien fuera el que debía preparar el camino al Señor?
“El relato acerca de Elisabet termina cuando el relacionado con su hijo comienza a desarrollarse –escribe la autora Edith Deen–. Sólo podemos esperar que ella haya vivido para regocijarse con motivo de la iniciación de su ministerio, cuando las buenas nuevas se extendían y muchos se volvían al Señor en arrepentimiento.
El tributo de Juan el Bautista al Señor Jesús de que se trataba de uno mayor que él y su hermoso espíritu de renunciación al decir: “Es necesario que Él crezca para que yo mengüe” (Juan 3:30), son un recordatorio del espíritu de su noble madre”.
Así que es posible que Elisabet sonriera en su lecho de muerte, pues no tenía temor a morir. Ella conoció a su Salvador antes de que Él mismo naciera, lo había conocido desde que su propio hijo en su seno anunciara la presencia del Mesías en la primera de muchas ocasiones. Elisabet cerró sus ojos, exhaló el último aliento y volvió a recordar el olor del pan. Fue el aroma del Pan de Vida. (Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días)
Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: “No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios”.
Pero Zacarías respondió al ángel: “¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?”.
El ángel le dijo: “Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla”.
Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.
También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu profético, exclamó: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor”. Y permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan. (Blogs para la gente-Sitio Catolico)
Maria Visita a Elisabet
Esposa del sacerdote Zacarías y descendiente de Aarón (Lc. 1:5; del
mismo nombre que la esposa de Aarón [Ex. 6:23]). Fue madre de Juan
el Bautista a edad avanzada, como un ángel se lo predijo a su esposo
(Lc. 1:5-25, 57). Estaba emparentado con María, la madre de Jesús,
aunque pertenecían a tribus diferentes (vs 27, 32, 36; la ley permitía
el casamiento entre personas de diferentes tribus, excepto en el caso de
las herederas [Nm. 36:6]). Cuando María visitó su hogar en las
montañas de Judea, Elisabet, inspirada por el Espíritu Santo, se dirigió
a María como la madre del Señor (vs 39-45). Elisabet apenas sonrió al
recordar el incidente. La anciana ahora se encontraba en su lecho de
muerte pero aun así, se regocijó al recordar el momento en que supo sin
lugar a dudas que su Mesías había llegado. En cada recuerdo de la visita
sorpresiva de su prima María en años anteriores, Elisabet traía a su
memoria el aroma del pan. Se había concentrado en el horno y luego se
había extendido por toda la casa cuando ella levantó los ojos y vio a
esa joven parada frente a ella, al oír la voz de María mientras su mismo
vientre se movía tan súbitamente que ella lo acarició y sus rostro se
iluminó. Desde entonces Elisabet no pudo volver a hacer pan sin pensar
en su Salvador, ni pensar en su Salvador sin que el olor del pan
volviera a su memoria.Posiblemente ese fue el escenario del que disfrutó Elisabet al pasar a la eternidad. La Biblia declara que Elisabet, esposa del sacerdote Zacarías y descendiente de Aarón, fue una mujer justa, escogida por Dios para ser madre de Juan el Bautista, el precursor de Cristo. Su prima María era todavía virgen cuando el ángel Gabriel le anunció que sería madre del Salvador del mundo y que Elisabet, una mujer anciana que había sido estéril, también estaba embarazada. María buscó a Elisabet emprendiendo un viaje de unos 80 kilómetros desde Nazaret hasta una aldea en las colinas de Judea que se cree que fue Ein Karem, a unos 6 kilómetros al noroeste de Jerusalén. Al saludar a su prima, el Espíritu Santo impulsó al bebé a moverse dentro del vientre de Elisabet y a que ésta, a su vez, exclamara a gran voz: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lucas 1:42-44).
El pastor John MacArthur hace notar que la expresión de Elisabet no fue de alabanza a María, sino del niño que ella llevaba en su seno. Al respecto nos dice: “Ella saludó a María no fríamente, sino con gozo. Entendió la reacción de su bebé en su vientre y parece haber comprendido la tremenda importancia del Niño que María llevaba en su seno. Todo esto debe atribuirse a la obra iluminadora del Espíritu Santo”. (Este comentario del pastor MacArthur, no minimisa la figura de Maria y engrandece la figura de Jesus, como siempre ha sido el objedtivo y deseo de la Madre de Jesus y figura fundamental del Temple.)
Elisabet fue poderosa en espíritu gracias a su fe y devoción; no obstante, su característica atractiva fue su gozo. Su fe es evidente por el hecho de que jamás cuestionó la bendición indescriptible en tanto que su esposo había quedado mudo y aparentemente sordo debido a sus dudas.Su devoción es evidente por el hecho de que al quedar embarazada se mantuvo recluida por cinco meses, probablemente redimiendo el tiempo para Dios con profunda gratitud. Es entonces cuando su gozo comienza a brillar, diciendo: “Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres”(v. 25). Su afrenta. Elisabet no sólo era estéril, sino que la llamaban estéril (v. 36). Todo el mundo lo sabía. “La esterilidad, de mayor importancia para una hija de sacerdote y esposa de sacerdote, era humillante –escribe el maestro de Biblia Henry Lockyer– ya que en Israel el sueño de toda mujer era que pudiera tener el privilegio de ser madre del Mesías, prometido a Eva, la primera madre sobre la faz de la tierra”. Elisabet reaccionó honorablemente a la bendición del Señor acercándose a Él. Estuvo llena de gozo, aunque también comprendía que el privilegio siempre viene acompañado de la responsabilidad. Se daba cuenta de que cuando Dios lleva a cabo una obra monumental en la vida de alguno, no hay lugar para engrandecerse: todo el mérito es del Señor.
Así que Elisabet se recluyó hasta poco antes de que María la visitara al sexto mes de su embarazo y los vecinos que antes la habían llamado estéril aparentemente no sabían nada del milagro sino hasta después del nacimiento de Juan (v. 58). La Biblia afirma que ellos se regocijaron con ella.
El versículo 56 nos dice que María se quedó con ella como tres meses antes de regresar a Nazaret. El hecho de que este relato sea un paréntesis antes del nacimiento de Juan nos sugiere que María regresó a casa antes del evento. No obstante, la opinión de los estudiosos está dividida al respecto y una idea hermosa es que María pudo haber auxiliado en el nacimiento del precursor de su propio Hijo, su Salvador.
¿Acaso la madre del Siervo ayudó a preparar el camino de quien fuera el que debía preparar el camino al Señor?
“El relato acerca de Elisabet termina cuando el relacionado con su hijo comienza a desarrollarse –escribe la autora Edith Deen–. Sólo podemos esperar que ella haya vivido para regocijarse con motivo de la iniciación de su ministerio, cuando las buenas nuevas se extendían y muchos se volvían al Señor en arrepentimiento.
El tributo de Juan el Bautista al Señor Jesús de que se trataba de uno mayor que él y su hermoso espíritu de renunciación al decir: “Es necesario que Él crezca para que yo mengüe” (Juan 3:30), son un recordatorio del espíritu de su noble madre”.
Así que es posible que Elisabet sonriera en su lecho de muerte, pues no tenía temor a morir. Ella conoció a su Salvador antes de que Él mismo naciera, lo había conocido desde que su propio hijo en su seno anunciara la presencia del Mesías en la primera de muchas ocasiones. Elisabet cerró sus ojos, exhaló el último aliento y volvió a recordar el olor del pan. Fue el aroma del Pan de Vida. (Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días)
San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo.
El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la
siguiente manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío
que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era
estéril. Siendo ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le
apareció un ángel de pie a la derecha del altar.Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: “No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios”.
Pero Zacarías respondió al ángel: “¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?”.
El ángel le dijo: “Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla”.
Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.
También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu profético, exclamó: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor”. Y permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan. (Blogs para la gente-Sitio Catolico)
Doumento 135 - Juan el Bautista
El Libro de Urantia Documento 135 Juan el Bautista (1496.1) 135:0.1 JUAN el
Bautista nació el 25 de marzo del año 7 a. de J. C., según la promesa
que Gabriel le hizo a Elizabeth en junio del año anterior. Durante cinco
meses mantuvo Elizabeth el secreto de la visitación de Gabriel; cuando
ella se lo dijo a su marido, Zacarías, grande fue la turbación de éste,
que sólo acabó por creer totalmente en el relato de su mujer después que
tuvo un sueño singular, unas seis semanas antes del nacimiento de Juan.
Con excepción de la visitación de Gabriel a Elizabeth y del sueño de
Zacarías, no hubo nada extraño ni sobrenatural relacionado con el
nacimiento de Juan el Bautista. (1496.2) 135:0.2 Al octavo día Juan fue
circuncidado conforme a la tradición judía. Día tras día y año ... en la
pequeña aldea conocida por entonces como la Ciudad de Judá, situada a
unos seis kilómetros al oeste de Jerusalén. (1496.3) 135:0.3 El
acontecimiento notable de la infancia de Juan fue la visita que, en
compañía de sus padres, hizo a Jesús y a la familia de Nazaret. Esta
visita tuvo lugar en el mes de junio del año 1 a. de J. C., cuando
contaba poco más de seis años de edad. (1496.4) 135:0.4 Después de su regreso de Nazaret, los padres de Juan emprendieron en forma sistemática la educación del muchacho.
Con el Saludo Fraternal de Siempre, para todos mis H:.T:. de este Portal.
Vicente De Houston
Un Marshall Olvidado Del Temple.
"UBI AMOR IBI OCULOS":
genial
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