Sunday, November 20, 2011

Gadara


 
  
Gadara
El nombre aplicaba a los habitantes de una zona donde Jesucristo expulsó demonios de dos hombres. Según los mejores manuscritos, Mateo utilizó originalmente la expresión “país de los gadarenos”, mientras que Marcos y Lucas cuando relataron este acontecimiento, emplearon “país de los gerasenos”. (Mt 8:28; Mr 5:1; Lu 8:26.)
De ambos países se dice que estaban situados “al otro lado”, es decir, en la parte oriental del mar de Galilea.
La designación “país de los gadarenos” posiblemente aplicaba al distrito que tenía como centro la ciudad de Gadara (moderna Um Qeis), situada a unos 10 Km. al SE. del mar de Galilea. Las monedas de Gadara solían tener la representación de un barco, lo que da a entender que este territorio se debió extender hasta el mar de Galilea y por lo tanto pudo haber incluido al menos una parte del “país de los gerasenos”, al E. de aquel mar interior. Los eruditos que favorecen este punto de vista relacionan el “país de los gerasenos” con la región que estaba alrededor de Kursi, ciudad situada cerca de la costa E. del mar de Galilea, a unos 19 Km. al N. de Gadara; sin embargo, otros creen que la expresión “el país de los gerasenos” puede referirse al gran distrito cuyo centro se encontraba en la ciudad de Gerasa (Jarash), a unos 55 Km. al SSE. del mar de Galilea, y piensan que se extendía al E. de aquel lago abarcando el “país de los gadarenos”. En cualquier caso, el relato de Mateo no estaría en absoluto en conflicto con el de Marcos y Lucas.
Cerca de una ciudad del país de los gadarenos de la que no se da nombre, Jesucristo se encontró con dos endemoniados excepcionalmente violentos. Estos hombres vivían entre las tumbas, ya fueran excavadas en la roca o bien cuevas naturales usadas con ese propósito. Después que Jesús expulsó a los demonios, les permitió entrar en una gran piara de cerdos, que acto seguido se precipitó por un despeñadero al mar de Galilea. Este acontecimiento perturbó tanto a los habitantes del lugar que instaron a Jesús a salir de sus distritos. (Mt 8:28-34.)
Con relación al milagro antes mencionado, Mateo habla de dos hombres, mientras que Marcos (5:2) y Lucas (8:27) centran la atención solo en uno, probablemente debido a que su caso fue más notable. Es probable que fuera más violento y hubiera sufrido durante más tiempo el control demoniaco que el otro hombre. Sin embargo, quizás solo él quiso más tarde acompañar al Hijo de Dios. Jesús no se lo permitió, pero a cambio le animó a proclamar todo lo que Dios había hecho por él.
Esta instrucción de Jesús difirió de las que normalmente daba: que no se anunciasen sus milagros. Más bien que buscar publicidad ostentosa y permitir que la gente basara sus conclusiones en informes sensacionalistas, al parecer lo que Jesús quería era que las personas determinasen con el debido fundamento que él en realidad era el Cristo. Esto también cumplió las palabras proféticas habladas por medio de Isaías: “No reñirá, ni levantará la voz, ni oirá nadie su voz en los caminos anchos”. (Mt 12:15-21; Isa 42:1-4.) No obstante, la excepción que Jesús hizo en el caso del endemoniado fue apropiada. Podía dar testimonio a las personas con las que el Hijo de Dios solo había tenido un contacto limitado, en particular en vista de que se le pidió que se marchase. La presencia de este hombre daría testimonio acerca del poder de Jesús para hacer el bien, y contrarrestaría cualquier informe desfavorable que pudiera circular por la pérdida de la piara de cerdos. (Mr 5:1-20; Lu 8:26-39.) (Biblia Dinamica)



Genesaret 


Ciudad situada en la playa Noreste del lago del mismo nombre, aquí, Lucas 5:1, nos habla de cómo después de una predicación, Jesús envía a un grupo de  pescadores entre los que se encontraban Pedro así como Santiago y Juan hijos de zebedeo, volver al mar y echar de nuevo sus redes después de una pesca infructuosa. A su regreso con una barca llena de peces es cuando Jesús los llama a ser sus discípulos.Lago de
Mar de Genesaret (Ver Mar de Galilea)








Jericó
Algunos arqueólogos mantienen la idea de que esta ciudad es la más antigua del mundo, aunque se cuestiona la edad de sus ruinas encontradas que se presumen son de 8000 a 9000 años AC antes de Cristo.
(posiblemente: Ciudad de la Luna)
Primera ciudad cananea que los israelitas conquistaron al O. del Jordán. (Nú 22:1; Jos 6:1, 24, 25.) A la ciudad antigua se la identifica con Tell es-Sultan (Tel Yeriho), cerca de 22 Km. al ENE. de Jerusalén, mientras que la Jericó del primer siglo se sitúa en el cercano Tulul Abu el-`Alayiq. Jericó tiene un clima subtropical debido a hallarse situada a unos 250 m. por debajo del nivel del mar, en el valle del Jordán. En la actualidad en esa región se cultivan naranjas, plátanos e higos, y, al igual que en tiempos antiguos, aún medran las palmeras.
Las primicias de la conquista de Israel.
Después de cuarenta años de vagar por el desierto, los israelitas llegaron a las llanuras de Moab. Desde allí Moisés ascendió al monte Nebo y vio la Tierra Prometida, con Jericó (la “ciudad de las palmeras”) y su llanura en primer término. (Nú 36:13; Dt 32:49; 34:1-3.)
Tras la muerte de Moisés, Josué envió dos espías a Jericó. Rahab los ocultó, de modo que no los descubrieron. Después se escaparon de la ciudad descolgándose por una cuerda a través de la ventana de la casa de Rahab —situada sobre el muro de Jericó—, y se escondieron por tres días en la cercana región montañosa. Luego vadearon el Jordán y volvieron al campamento israelita. (Jos 2:1-23.)
El rey y los habitantes de Jericó debieron sobrecogerse de temor cuando se enteraron o fueron testigos del represamiento milagroso del Jordán, que por entonces bajaba crecido, y de que dicho represamiento había permitido a los israelitas cruzar sobre suelo seco. Más tarde, aunque se circuncidó a los varones israelitas y tuvieron que recuperarse antes de estar en posición de defenderse, nadie se atrevió a atacarlos mientras estuvieron acampados en Guilgal. Los israelitas también observaron la Pascua sin incidentes en la llanura desértica de Jericó. (Jos 5:1-10.)
Más tarde, un príncipe angélico se le apareció a Josué cerca de Jericó y le explicó el procedimiento que tenía que seguir para tomar la ciudad, que “estaba bien cerrada a causa de los hijos de Israel”. Las fuerzas militares israelitas obedecieron las instrucciones, y durante seis días marcharon una vez al día alrededor de Jericó seguidas por siete sacerdotes que tocaban continuamente los cuernos; detrás iban los sacerdotes que llevaban el Arca y al final, una retaguardia. Sin embargo, el séptimo día marcharon alrededor de la ciudad siete veces. Cuando tocaron los cuernos en su última vuelta alrededor de Jericó, el pueblo lanzó un fuerte grito de guerra y las murallas de la ciudad empezaron a desplomarse. (Jos 5:13–6:20.)
A continuación, los israelitas entraron rápidamente en Jericó y dieron por entero a la destrucción a sus habitantes y a todos sus animales domésticos. No obstante, debido a la bondad que Rahab demostró al esconder a los espías, se la conservó con vida tanto a ella como a los parientes que habían permanecido dentro de la casa, que estaba sobre la parte del muro que no se había desplomado. La ciudad entera fue quemada y solo se llevó al santuario de Jehová el oro y la plata. (Jos 6:20-25.) Sin embargo, un israelita llamado Acán robó una barra de oro, algo de plata y un vestido de buena calidad, y lo escondió debajo de su tienda, lo que le acarreó la muerte a él y a toda su familia. (Jos 7:20-26.)
Referencias históricas posteriores.
Las ruinas de Jericó llegaron a ser parte del territorio de Benjamín, que limitaba con Efraín y Manasés. (Jos 16:1, 7; 18:12, 21.) Parece ser que no mucho tiempo después se asentó en ese lugar algún tipo de poblado, que el rey moabita Eglón capturó y retuvo bajo su dominio durante dieciocho años. (Jos 3:12-30.) En tiempos del rey David seguía habiendo un poblado en Jericó (2Sa 10:5; 1Cr 19:5), pero Hiel el betelita no reconstruyó la ciudad hasta el reinado de Acab. La maldición profética que Josué había pronunciado más de quinientos años antes se cumplió. Cuando Hiel colocó el fundamento, perdió a su hijo primogénito, Abiram, y cuando puso las puertas, a su hijo menor, Segub. (Jos 6:26; 1Re 16:34.)
Durante todo este período, algunos de los “hijos de los profetas” residieron en Jericó. (2Re 2:4, 5.) Después que Jehová se llevó a Elías el profeta en una tempestad de viento, Eliseo permaneció en Jericó durante un tiempo y saneó el suministro de agua de la ciudad. (2Re 2:11-15, 19-22.) Se dice que el agua de `Ain es-Sultan (que según la tradición es la fuente que Eliseo saneó) es dulce y buena, y riega los huertos de la moderna Jericó.
En la época del inicuo rey Acaz de Judá, Jehová permitió que los ejércitos israelitas comandados por el rey Péqah infligieran una derrota humillante a la infiel Judá, pues mataron a 120.000 soldados y se llevaron cautivos a 200.000 de sus habitantes. Sin embargo, Oded, el profeta de Jehová, se encontró con los ejércitos victoriosos y les advirtió que no esclavizaran a los cautivos. Por eso, vistieron y alimentaron a los cautivos, y después los llevaron a Jericó y los liberaron. (2Cr 28:6-15.)
Tras la caída de Jerusalén en 607 a. E.C., el rey Sedequías huyó hacia Jericó, pero los babilonios lo alcanzaron y capturaron en las llanuras desérticas de Jericó. (2Re 25:5; Jer 39:5; 52:8.) Después de la liberación del exilio en Babilonia, hubo 345 “hijos de Jericó” entre los que volvieron con Zorobabel en 537 a. E.C., y al parecer se establecieron en esa ciudad. (Esd 2:1, 2, 34; Ne 7:36.) Más tarde, algunos de los hombres de esta ciudad ayudaron a reconstruir el muro de Jerusalén. (Ne 3:2.)
Jericó fue uno de los lugares donde Jesús efectuó su ministerio a finales del año 32 E.C. y principios de 33 E.C. Cerca de allí curó la vista del ciego Bartimeo y de su compañero. (Mr 10:46; Mt 20:29; Lu 18:35.) También fue en Jericó donde Jesús se encontró a Zaqueo, y después estuvo en su casa como invitado. (Lu 19:1-7.) Con anterioridad, cuando estaba en Judea, Jesús dio la ilustración del buen samaritano, y en ella mencionó el camino que iba de Jerusalén a Jericó. (Lu 10:30.) La historia antigua corrobora que en ese camino eran frecuentes los asaltos.
¿Han hallado pruebas los arqueólogos de la destrucción de Jericó en tiempo de Josué?
Entre 1929 y 1936, el profesor John Garstang dirigió una expedición inglesa a Tell es-Sultan, donde halló una ciudad que había sido incendiada y cuyos muros habían caído. Identificó a esta ciudad con la Jericó del tiempo de Josué y situó su destrucción en una fecha cercana a 1400 a. E.C. Aunque en la actualidad algunos doctos aún concuerdan con las conclusiones de Garstang, otros interpretan los hallazgos de manera diferente. El arqueólogo G. Ernest Wright escribe: “Los dos muros que rodeaban la parte más elevada de la ciudad antigua, que Garstang [...] creía haber sido destruidos por un terremoto y un incendio en tiempos de Josué, resultaron ser del tercer milenio y representar tan sólo una parte de los catorce muros o lienzos de muro edificados sucesivamente durante aquel período”. (Arqueología bíblica, 1975, pág. 114.) Muchos piensan que queda poco, si acaso algo, de la Jericó de la época de Josué pues las primeras excavaciones eliminaron lo que podía haber quedado del tiempo de su destrucción. El profesor Jack Finegan observa: “Por lo tanto, ahora ya no queda casi nada en el lugar que permita determinar la fecha en que Josué conquistó Jericó”. (Light From the Ancient Past, 1959, pág. 159.)
Por esta razón, muchos eruditos fechan la caída de Jericó sobre la base de pruebas circunstanciales, y las fechas que sugieren abarcan un período de unos doscientos años. En vista de tal incertidumbre, el profesor Merrill F. Unger expone con acierto: “Los eruditos tienen que extremar su cautela para no otorgar indebida autoridad a las fechas e interpretaciones de los arqueólogos. Las amplias divergencias que existen entre las autoridades competentes demuestran sin lugar a dudas que las fechas y conclusiones derivadas de los hallazgos arqueológicos suelen depender de factores subjetivos”. (Archaeology and the Old Testament, 1964, pág. 164.)
Por lo tanto, el que las interpretaciones de los arqueólogos no concuerden con la cronología bíblica que señala el año 1473 a. E.C. como la fecha de la destrucción de Jericó no es razón para preocuparse. Las diferentes interpretaciones de Garstang y otros arqueólogos sobre Jericó ilustran la necesidad de ejercer cautela a la hora de aceptar el testimonio arqueológico, aunque parezca confirmar o contradecir el registro bíblico y su cronología.
¿Había una sola ciudad llamada Jericó, o dos?
Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas mencionan una curación milagrosa que tuvo lugar cerca de Jericó (Mateo 20:29-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43). Marcos dice que Jesús hizo el milagro “cuando salían de Jericó”, y lo mismo especifica Mateo. Pero Lucas dice que Jesús hizo el milagro “al acercarse él a Jericó”.
En tiempos de Jesús, ¿había una sola ciudad llamada Jericó, o dos? El libro Bible Then & Now (La Biblia, ayer y hoy) responde así la pregunta: “En la época del Nuevo Testamento se había reconstruido la ciudad de Jericó alrededor de una milla (1,6 kilómetros) al sur de la antigua ciudad. Herodes el Grande tenía allí un palacio de invierno”. El libro Archaeology and Bible History (La arqueología y la historia bíblica) confirma esta declaración con las siguientes palabras: “La Jericó del tiempo de Jesús era una ciudad doble. [...] La vieja ciudad judía estaba más o menos a una milla de la ciudad romana”.(Biblia Dinámica)





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